El inconsciente

Nuestra estructura mental es asombrosa, nuestra mente es muy creativa, procesamos mucha más información de lo que sospechamos.

Aprovechar todo ese potencial nos permite vivir de una forma más próspera, sin tanto sufrimiento psíquico.

La mente inconsciente tiene capacidades que pueden hacernos, más efectivos. El inconsciente puede procesar 20 millones de estímulos ambientales por segundo, mientras que la mente consciente registra apenas, 40 estímulos. Por otro lado, el inconsciente tiene acceso a un biblioteca de memoria inmenso, que tiene que ser intercomunicado al consciente, ya que éste maneja mucha menos información.

Ello explica que en los sueños recordemos con detalle los rasgos de una persona, pero una vez despiertos, dejamos de distinguirlos, apenas los recordamos, para acabar olvidando con el tiempo. Mientras que el pensamiento consciente es capaz de focalizar y ordenar el flujo de información, la mente inconsciente es caótica y embarullada.

Para sacar provecho al inconsciente, hemos de plantearle los conflictos que nos preocupan y detenernos un rato a pasear por esa biblioteca andante que somos.

Liberar nuestra mente para que encuentre una respuesta imaginativa y creativa. Tenemos una capacitar brutal de recursos sin haber usado…aún.

Las estrategias para conectar con el inconsciente pueden ser, escuchar música antes de una prueba importante, un examen, una entrevista, un trabajo difícil. Practicar actividades que nos equilibren como un paseo, entrenar, jugar con los demás, observar la natura. Por ejemplo, antes de un examen es muy favorable un sueño reparador para que la mente inconsciente pueda relacionar toda la información recibida, para asimilarla mejor y organizarla.

Cambiar la rutina mental es una decisión  fundamental para que se intercomuniquen los dos antagonistas inconsciente-consciente.

 

El Miedo

No hay camino para vencer al miedo, el miedo es el propio camino. Hay que enfrentarlo, mirarlo a la cara y con la valentía del que lo ha sentido en su propia carne.

Toma múltiples formas: a la autoridad, al rechazo, al abandono, al padre, a las emociones, a perder lo que poseemos, a la muerte. La superación consiste en no huir de las emociones desagradables, detenerse a contemplarlas sin temor. Tenemos que sumirnos en la propia experiencia y entregarnos a la integridad. Alentar nuestros auténticos deseos, lo que nos interesa y necesitamos como una acción concluyente.

Integrar nuestros aspectos rechazados, liberarnos del policía interior y vivir en la seguridad de nuestro sosiego. Para sanar el miedo hay que atreverse a afrontar los sentimientos, ya que nos paraliza, nos impide ver quién somos en realidad y demostrar lo que valemos.

Madurar es perderlo.

Desde la visión de la Medicina Tradicional China, el miedo se aloja en los riñones y la vejiga, de ahí la expresión: ” Mearse de …”. Hay otra expresión más contundente: ¡Está cagado de …! En definitiva, suelta los esfínteres de forma instantánea. Trabajar sobre nuestra salud emocional, abriendo el pecho para dejar entrar la confianza en uno mismo.

El miedo sólo sirve para entender que lo perderemos todo y que no pasa nada. Saber que tu eres el miedo, aleja todos los miedos para siempre.

 

La ira

Desde que la ira se alojó en el corazón de los bíblicos hermanos Caín y Abel, hasta nuestros días donde parece ser un denominador común de muchos estamentos, la ira ha venido acampando a sus anchas y ante un hecho que nos disguste, se dispara hasta proporciones mastodónticas. Se puede asegurar con poco margen de error que la ira, la rabia, aparte de un pecado capital, es una de las emociones más enquistadas en el inconsciente colectivo del ser humano.

La ira es capaz de hacernos creer que el otro es una amenaza, es diferente, y por tanto, hay que anularlo. Muchas pasiones acaban en la ira, haciéndonos obrar de forma poco estable y lógica.

El comportamiento de la ira, está unido de forma íntima a la sombra, es decir, esa parte  de la personalidad inconsciente que representa atributos desconocidos o poco conocidos del ego. En algunas acasiones, al nos damos cuenta de nuestra sombra, nos avergüenzan esos impulsos, que muchas veces hemos negado de nosostros mismos.

Si observamos la ira desde la mirada oriental, es una emoción generada por el hígado y la vesícula biliar, cuando  no se encuentran en armonía. La ira asciente hacia la cabeza, pero sobre todo nos hace hervir nuestro agua interno, hasta situaciones de una violencia extrema. Basta que alguien de nuestro entorno no sea como nosotros deseamos para excluirlo y denigrarlo. Se nos calienta la sangre, la expresión popular es clara: “Me estás poniendo del hígado”, al tiempo que las facciones se enrojecen y el rictus se contrae.

La ira es quizás el peor consejero que podemos elegir.

Una buena manera de alejar la ira de nuestro entorno es poner el foco en la templanza,  en compartir lo que somos , en darnos cuenta que no necesitamos la tensión que produce la ira. El equilibrio del hígado está también en alegrarnos del éxito ajeno, y si es posible aprender de él. Sólo los mediocres se alegran de la desgracia ajena, sin entender que esta accción les resta energía.

El ingenioso refranero español nos revela: “Vivirás dulce vida, si aplacas tu ira”.

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El maestro Lin-Chi

Alrededor del año 847 de nuestra era, en la ciudad china de Chen-Chuo, la actual Chen-Ting, en la provincia de Hopeh, vivía el maestro Zen Lin-Chi. Una mañana, como en los últimos días en el Monasterio sobre el Vado, al lado del río Hu-to, el sabio dejaba las puertas abiertas a monjes que buscaban la Vía y algunos laicos que gustaban del conocimiento. Cada uno podía preguntar lo que se le antojara, dudas existenciales, formas de emprender el camino, como iniciar el cambio…

Uno de los laicos, se presentó al grupo, dijo venir del Sur del Yangtze y comenzó a hablar.

-Maestro Lin-Chi ¿Cómo puedo serenar mis pensamientos e impedir su nacimiento adulador?. Se oyó la voz de Lin-Chi,  agitarse junto a su bastón.

-¿Acaso conoces la doctrina del vacío, de la no-dualidad?. Desgraciado burro que come alubias negras. El estruendo de las carcajadas fue multitudinario, hasta los perros ladraban de risa. El hombre en actitud de respeto se volvío a Lin-Chi y dijo:

-Las escrituras del Budismo temprano, la escuela Hinayama representa el estado absoluto del Buda como algo imposible de alcanzar. El Dharma es complejo y obtuso.

La respuesta llegó con un grito:

Me has cansado sucio terco del Sur, tal vez tengas datos de lo comprensible, mas el Zen carece de límites, tal vez quieres probar 30 golpes de mi bastón. 

-Con mucho gusto maestro. Me siento bien, no estoy cansado. Hoy es mi día. El atrevido intruso se dirigió hacia el maestro y se mantuvo escuchando.

-Deja de arrastrar un cadaver y mueve el mundo, sino llegará el día en que tengas que pagar por usar sandalias de paja. ¿Quieres saber lo que eres?. Eres una ilusión, un fantasma, una flor seca…¿Porqué pierdes el tiempo intentando atrapar cosas mundanas?. Ganar, perder, correcto, incorrecto, mejor, peor. ¡Elimínalos de golpe! Sé lo que nunca has sido…¡Libérate de todo! Sé vacio.

Lin-Chi continuó:

-El Mahayama, tiene muy claro que todos los seres son parte de una misma unidad, interconectados para compartir sus identidades. La misma identidad, la misma unidad, el mismo vacío, la misma quietud…Vé a tu lugar de origen…¡Cuéntales que dejaste de rebuznar!

-Me identifico contigo maestro- apostilló- este debe ser mi lugar de origen y aquí me tengo que quedar.

Lin-Chi descendió presto y dándole tres bastonazos, le observó. Seguro que se te ha mostrado la Vía, pues ven conmigo a disfrutarla. Se fueron andando juntos, serenos, contentos. Qué importa lo que tengas o lo que seas, si pertenecemos a una misma identidad, aún le seguía recriminando, pero ahora como a un viejo conocido.

Pasados los años, se convertiría en su directo sucesor y fiel discípulo, pero eso es otra historia.

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Todo comienza con las emociones

A lo largo de la historia siempre hubo personas, que no asimilaron como ciertas las creencias de la época. Se dedicaron a indagar en nuestras reacciones emocionales tanto conscientes como inconscientes. Se dedicaron a observar más allá de las acciones, de los pensamientos y de las ideas. Comenzaron a ver desde los ojos de las emociones.

Todos podemos ver, y sin embargo elegimos no recordar lo que vemos.

Hasta que alguien se centró en el cerebro emocional, en el cuerpo en lugar del lenguaje. Observaron que en el centro del cerebro se encuentra un cerebro emocional. Una construcción distinta del resto del neocortex, es decir, de la parte que es sede del pensamiento y el lenguaje. Este cerebro influye todo lo que rige el bienestar emocional, también aspectos sobre el funcionamiento del corazón, la tensión arterial, las hormonas, el sistema digestivo e incluso el inmunitario.

Las alteraciones emocionales y las experiencias que nacen de ellas, acostumbran a controlar nuestras percepciones y comportamiento, a veces durante casi toda la vida. La reprogramación del cerebro emocional para que se adapte al presente, en lugar de seguir reaccionando a situaciones del pasado, es la clave primordial para generar ecuanimidad y sosiego.

El cerebro emocional mantiene y posee mecanismos naturales, capacidades innatas que recuperan el equilibrio, igual que otros mecanismos autocurativos, como la cicatrización o combatir una infección.

Una herramienta sencilla son los movimientos oculares de desensibilización y reprocesamiento, más conocido por el acrónimo en inglés EMDR, es un método interesante de trabajo para conseguir nuestro objetivo de estabilidad. La coherencia cardiaca, o sea, darnos cuenta de la relación entre las neuronas de nuestro cerebro y de nuestro corazón, está entre los mejores relajadores internos para conseguir esa equidad que todos llevamos dentro.